miércoles, 18 de febrero de 2009

Periplo

Hacía muchos años, cuando solía entrar a foros de literatura, poesía, seudopoesía, anime, música, religiones, sectas, chismes, películas y cuanto foro existiera, conocí a un pata que decía vivir en Arequipa. El tipo había escrito un poema que me pareció bravazo, me identifiqué con él, me pareció bueno y le escribí a su mail dándole mi comentario. El chico me respondió, agradecido por mi apreciación y en fin, fue así como dio comienzo la constante comunicación. Una vez me dijo que venía a Lima y que sería una oportunidad para conocernos, porque así nomás no solía venir y que además yo había despertado en él mucha curiosidad, le parecía interesante y bla bla bla, demás floro para intentar ligar. Acepté. Sólo había visto una foto que él me había enviado y en donde no se le distinguía muy bien el rostro, sólo se distinguía bien su cabello algo rubio. Al menos sabría que con eso podría distinguirlo.


Llegó el día del encuentro. No estaba tan emocionada ni con ganas de impresionar. Era alguien a quien vería una sola vez. Él llegó, era alto y no era rubio, sino pelirrojo (a quien, para fines prácticos, llamaremos Red). No estaba tan mal, salvo que aparentaba tener más edad de la que decía. Esa tarde nos la pasamos andando y conversando, al comienzo tímidos, luego más desenvueltos. Era un chico bastante arrogante en persona, con poses de conquistador, de gran macho y vestía como turista, aprovechándose de su apariencia, se noataba que gustaba llamar la atención. Aún así, continuamos paseando. Llegada la noche, fuimos a un parque y el ambiente se prestó para que me diera un beso, un largo beso, claro fue largo, porque yo se lo permití. En un minuto pasamos de 0 a 100 grados y una hora luego ya estábamos jugando manitas calientes en el depa de su hermana. Pero bueeenoo, terminada la faena, llegó la despedida. No hubo tristeza ni lágrimas de por medio, sino un simple: chau, cuidate, que te vaya bien. Como quien despide a un conocido. Además, su actitud me resultaba algo repulsiva. Aunque debo admitir que me dejó intrigada por saber cómo sería jugando matatirutirulá, pero la curiosidad se esfumó al instante. Total, quién sabe cuando lo volvería a ver.


Pasados los años y no hace tanto, retomamos la conversación, tras haberlo bloqueado y desbloqueado infinidad de veces (porque ustedes saben, cuando quieres olvidarte de alguien, simplemente le cortas el contacto más cercano, el msn en este caso. Pero como luego me sentía aburrida, lo volvía a agregar, y así sucesivamente), de modo que la comunicación nunca fue continua. Sin embargo, esta vez sí. Ambos habíamos terminado largas relaciones y nos hallábamos en una situación similar. Había identificación. Así que volvimos con las largas charlas. Me comentó que ahora vivía en el norte y que venía a Lima a ver unos temas y que sería chevere volver a encontrarnos. Le dije, sale! Además, de hecho que se me cruzó por la mente aquel asunto que quedó pendiente.


Esta vez el encuentro que nos dimos duró más tiempo y obvio, fuimos con las manitas ya preparadas. Sin embargo, nuevamente no pudo concretarse. La razón? Esta vez no había en donde y no había money para el telo (qué libertina, dios!). Eeenn fin!!, paciencia me dije. Y paciencia la necesitaba, porque en esos tiempos andaba con las hormonas revueltas, necesitaba matar la pena a como dé lugar.


Se fue otra vez. Decidí no bloquearlo, sino continuar con la complicidad. Cuando volví a verlo por msn, empezamos a maquinar la siguiente cita. Debo admitir que la cosa estaba más interesante ahora. Sin embargo él alegaba que no podría volver a viajar sino hasta tiempo después. En fin, como las huevas, tranquila. Hasta que él empezó a insinuar una visita mía hacia allá. Yo no acepté, le dije que no tenía excusas para salir de viaje. La propuesta quedó ahí. Pero a los días la propuesta se levantó nuevamente. Y admito que esa vez sí logró mover mi curiosidad. Me levantaba con la idea dándome vueltas. De pronto, ya empezábamos a planear mi viaje. Contaba yo con tres grandes limitaciones: dinero, tiempo y el permiso de mi padre. Por la primera me dijo que no me preocupe, él me prestaba para el regreso, por el segundo, que busque un fin de semana y por el tercero que lo pida,...pero bajo otra excusa, un campamento de un día sonaba bien. De modo que así fuimos puliéndolo. Separé un fin de semana y luego le pedí permiso a mi padre bajo la mentira del campamento. Aceptó, pero con algo de incredulidad. Yo estaba bastante nerviosa.


Cuando llegó el día, me acerqué a mi padre para pedirle para el pasaje. Se negó!. Me dijo que no, que pensaba que yo tenía y que no iba a darme, que yo viera como me iba (con razón, me dio permiso sin preguntar tanto). Aaaah!!, al final mi hermano me prestó. Ahora, el siguiente detalle era comprar el pasaje, considerando que para viajar hasta donde él estaba, sólo salían carros a las 9 am y a las 11 de la noche, según la página de la agencia. En la noche, ni hablar psss. Salí volando de casa para agarrar el de las 9. Cogí las cosas para mi "campamento" y tomé taxi, pero aún así me encontré con tremendo tráfico. Yo pataleaba, eran 10 para las 9! Llegué al paradero de buses (no tenía dinero para reservar antes en una agencia) pero ya era muy tarde!. El bus había salido en realidad a las 8am (maldita página web, por qué no actualizan la información!!). De modo que me quedé dando vueltas en plena Av. Iquitos, sin saber a donde ir, porque recuerden que yo estaba de "campamento". Irme donde alguna amiga? Ni hablar!, sus viejos iban a preguntar mucho. Quedarme en algún hotel? Sola?? Qué aburrido!. Llamé al susodicho y le expliqué la situación y me expresó su decepción. Ya estaba por desistir de todo y estaba a punto de despedirme cuando levanté la mirada y vi flameando frente a mí un gran cartel que decía: Trujillo - Chiclayo - Chimbote, 12 am. Le dije que lo volvía a llamar. Crucé como bólido el apretado laberinto de autos para llegar a esa agencia. El pasaje era mucho más barato que el de la otra agencia, hasta me alcanzaba para volver. Así que lo compré inmediatamente. Luego lo llamé para informarle de la buena nueva. Me dijo que me esperaba.


Subí al bus y este estaba casi vacío. Me puse los audífonos para oír el CD de Pink Floyd que él me había obsequiado y que estaba buenísimo y recliné bien mi asiento. Al cabo de un rato pasaba un azafato trayendo la comida. Me asombré que por tan bajo precio ofrecieron almuerzo. Luego pusieron el aire acondicionado. Yo iba alucinando mientras oía Amused to Death. Veía el mar al fondo, el cielo nublado y de repente un rayo de luz abriéndose paso entre esas nubes e iluminando un pedazo de océano, brillante, espectacular. Me eché a dormir, cuando aproximadamente a eso de las 5pm el azafato me volvía a despertar, para ofrecerme una merienda con galletitas. Me parecía tan raro! Por un momento imaginaba que o bien había subido al bus equivocado e iba a terminar por Trujillo o bien el bus se había estrellado, yo había quedado en coma y mi alma en pena vivía en un mundo paralelo.


Faltaba poco para llegar. Yo estaba bastante ansiosa. Al cabo de un rato, el bus llegó. Bajé, caminé hacia la agencia y ahí lo vi, con su ropa de trabajo aún, esperando. Se veía bastante bien con ropa de vestir. No esperamos mucho y tomamos un taxi para irnos a su departamento. Llegamos y yo me sentía medio dopada por la adrenalina de la clandestinidad (como siempre, esa sensación de mareo). Miraba todo alrededor. Me invitó a mirar televisión con él. Todo ello era en definitiva una locura, el haberlo conocido, su actitud arrogante, el viaje a pesar de ello y los obstáculos que había sorteado. Sin embargo allí estaba...y mi curiosidad por culminar el asunto pendiente también estaba. Nos miramos un rato y las palabras sobraron. Empezamos a besarnos nuevamente, las manos subían y bajaban, amasando con desesperación. Sentía como mi ropa era jalada por aquí y por allá, retirada con impaciencia. Su boca rozaba mi cuello, mis pezones, mi abdomen, exploraba todo. Yo me animé y empecé a desvestirlo despacio también. Cuando lo tuve en camisa y calzoncillos, miraba de reojo hacia abajo para comprobar el nivel al que Red se estaba acercando. No parecía muy excitado que digamos, cosa bastante contraria a la desesperación que mostraba y a su actitud de gran macho también. En realidad, yo tenía bastante curiosidad por ver al combatiente. Así que empecé a tocarlo también, pero no me dejó. Siguió besándome y al cabo de un rato, él mismo se terminaba de desvestir. No pude evitar bajar la mirada, mirar y no pude evitar sorprenderme. El tamaño de su pene era inversamente proporcional al de su gran ego! Era como mi pulgar!! Fue cuando se me cruzó por la mente el dicho: los blancos la tienen chiquita ¬¬ No voy a negarlo, me sentí un poco desilusionada. Y en mi inocente maldad quise hasta reírme. -Pero vamos! -pensé, aún queda su performance. De modo, que ni cortos ni perezosos, empezamos a hacerlo en su mueble. Y me dejó pidiendo chepi. Ya en la madrugada, nos metimos a la cama, pusimos música y nos dormimos.


A la mañana siguiente, al no ubicarme geográficamente, mi corazón se congeló. Voltié y lo vi a mi lado. Lo observé un rato, luego me observé yo y me tranquilicé, agradecida de que no me faltara ni un órgano. Lo observaba y en la frescura del amanecer iba tomando conciencia de la magnitud de mi locura. Observaba su habitación. Lo observaba a él nuevamente, sí era lindo. Empecé a andar alrededor: habían fotos, juguetes, muchos discos, muchos libros amontonados y un dibujo enmarcado. Era una caricatura que habían hecho de él y su ex novia. Luego, me dirigí a la cocina, no había nada comestible. Y así seguí recorriendo desnuda todo ese pequeño hábitat. Abrí las cortinas y una mala maniobra mía hizo que se cayeran. El ruido alertó al vecino, quien volteó hacia la ventana y se me quedó mirando como pavo. Él también despertó.


Después de darnos un baño, fuimos a comprar el desayuno y a comprar mi pasaje de vuelta. En el terminal el golpe del olor que emanan las harineras de pescado golpeó fuertemente mis sentidos. Felizmente la atención fue rápida y pudimos volver. El vecino al vernos, nos saludó amablemente, a pesar de haberme visto calata no me puso mala cara.


Luego, llegó la hora de la despedida. Una condenada jarana, porque el bus casi me deja. Hubiese sido terrible tener que esperar hasta las 10 de la noche y someterme a una segura reprimenda. Pero felizmente no fue así y alcanzamos al bus en un taxi. Al subir, me despedí con una gran sonrisa. Satisfecha a pesar de todo.


Al regreso venía con más gente. Me encantaba mirar el mar. Paramos a almorzar en una ciudad, Todos los pasajeros debían bajar. Yo no comí nada, pues nada me apetecía. Me quedé sentada en el huerto del restaurante, mirando a una cría de oveja jugar. Ahí, bajo el sol del atardecer, frente al mar y frente a mi tremendo silencio, las cosas tomaban más sentido.


Llegué tardísimo a mi casa. Mi padre me preguntó si no nos había pasado nada con eso del paro en la Carretera Central (recuerden que yo estaba de campamento). Yo le dije que no, naturalmente. Él me miró incrédulo una vez más. Pero ya no le presté atención y subí a mi cuarto. Algo en mí ya no consideraba una estupidez el hecho de haberme escapado hasta tan lejos, algo en mí sentía que había valido la pena haber vivido esa aventura: el haber corrido tras un bus, el que me hayan visto calata, el haber estado viendo a una oveja juguetear, el haber estado tan lejos sola. De algún modo había aprendido a zafarme con conchudez de toda culpa. Fue ese el gran aporte con el que volví de allá, el gran aporte que me dejó el hombre con el pene chiquito.

sábado, 7 de febrero de 2009

Autorretrato


Según Camilla Engman
*Mentiraaa...(pero por ahí va el parecido)
 
En Nuestra Era del Gato. Design by Exotic Mommie. Illustraion By DaPino