martes, 27 de enero de 2009

Irrumpiendo en el Tejado

Hablando de treparse en habitaciones ajenas. Hasta cierta época de mi vida fueron la dosis de adrenalina, de excitación, las que le daban un olor a aventura a mis alicaídas vacaciones adolescentes. Me hacían alucinarme un gato real, de los que husmea en las viviendas ajenas en busca de algo para robar, jugar o comer. Pero eso sí, jamás me hizo compararme con la versión femenina y posmodernista de Romeo, puesto que mis ascendidas nunca tuvieron un fin declamatorio, inmaculado, de fervoroso amor. Todo lo contrario, eran más bien una especie de reto que por el galán de aquel entonces solía tomar. Y bueno, cabe anotar que un galán en todo el sentido de la palabra no te somete a semejante hazaña, además este en realidad resultó ser un patán. Y si mezclamos galán y patán obtenemos un gatán, término que se ajusta más a aquella condición gatuna. Y bueno, yo estaba tan cojuda por él en esos tiempos que si me decía vístete de King Kong y trepa hasta la punta del cochino edificio del Centro Cívico yo lo hacía! Aaah, a veces extraño sus idioteces.

Pero bueno, el asunto de la trepada fue más o menos así. El gatán y yo habíamos terminado una larga relación. Yo porsupuesto, andaba deprimida. Valga decir que esa fue La Depresión. Daba cualquier cosa que no valiera la pena por regresar con él. Sin embargo, el muy pendeivis ya había iniciado a la semanita nomás otra relación. La tipa, ni corta ni perezosa, al toque también aceptó. Yo andaba requetepicona y creo que cualquier mujer en mi situación hubiese sentido lo mismo. Sin embargo, continué con mi vida, salí con otros chicos, me divertí pero siempre con el gatán metido en la cabeza. Hasta que un día, la llamada se hizo. Me sorprendió que la hiciera, luego de que jurara nunca más en su vida hablarme (por estupideces que luego contaré). Aquel día hablamos como amigos, recordamos viejos tiempos y la nostalgia nos entró a ambos. Todo muy feeling hasta que a él se le ocurrió:

-Oye, hay que vernos?

-Uhmm, pero tu enamorada qué va a pensar? -yo, feliz de que lo propusiera e importándome un bledo lo que pensara la feacia de su enamorada.

-No te preocupes, no se va a enterar. -decía él con un tono cómplice.

-Ah!, en secreto!. Pero y si alguien nos ve? -era lo que más hubiese querido!

-No, nadie nos ve de noche...a menos claro, que tú vayas y le cuentes.

-Ah!!, de noche? -ya me imaginaba por donde iba la cosa- Pero cómo se te ocurre que yo voy a hablar?, sería para meterme en problemas yo también...y yo no quiero eso! -no, no quería eso para mí, pero sí moría por ver la cara de la tipa al enterarse. Dioses!, no podía creer que me estén dando esta oportunidad!

-Entonces, qué dices?

-Ya pues, a qué hora?

Y así, con una llamadita se dio comienzo a nuestra relación clandestina. Nunca hubiese imaginado jugar yo ese papel, el de la otra, teniendo en cuenta que antes yo había sido la firme. Normalmente los papeles son inversos.

Esa noche nos vimos, él fue a recogerme en su carro. Hablamos mucho, nos dijimos a cada uno cuánto habíamos cambiado físicamente, que qué linda estaba yo y demás piropos baratos. Y ustedes ya se imaginarán, el carro se presta para pasar de la palabra a la acción, los jueguitos de manitas calientes y demás. No en vano había llevado el dichoso juguetito. Esa noche también, ella lo llamó, comenzaron a discutir, no sé de qué, empezaron a amenazarse y a gritarse y yo sólo lo miraba. Para cualquier ex novia despechada hubiese sido la gloria ver aquello y para mí lo fue, no voy a negarlo, pero además de ello, sentí gran pena, pena por él, por verlo tan desgraciado en ese momento. Sin embargo, al instante la pena se me esfumó cuando él decidió salir volando a su casa, pues ella quería verificar si es que él verdaderamente se hallaba en su casa (floro que él le quiso meter). Mi pena dio lugar a indignación y simplemente decidí irme, huir. Craso error. Él salió corriendo tras de mí y empezaba a llamarme, todos miraban la escena. Yo sólo lo alentaba a irse.


-No te metas en más problemas, anda nomás.


-No, no quiero irme, ya estoy en problemas con ella, pero no quiero estar en problemas contigo! -en ese instante, acababa de brindarme él sólo, la potestad para hacer reclamos. Me hice la comrpensiva, porsupuesto.


-No, no estás en problemas conmigo. Sabes? Yo aún te quiero y no me gusta verte sufrir.


-Gracias. Discúlpame por arrastrarte en esto.


-No, en serio, no hay de qué disculparse, ve a tu casa y sigue con tu vida -aquí la cosa ya tomaba guión de novela mexicana.


-Yo también te quiero todavía, no quiero que te vayas triste. -sí claro, le salvé el pellejo, es lo mínimo que debía decirme.

-No lo hago, ahí viene mi carro, me voy yendo. -y sonreí como un ángel. Remordimiento asegurado para él.

Después de aplicar mis dotes de manipulación seguí con mi vida tranquila. Ya sabía que en cualquier momento iba a volver a llamar. Y dicho y hecho, volvió a hacerlo...insistiendo con la propuesta trunca y prometiendo que esta vez nadie nos interrumpiría. De modo que así se reanudaron los encuentros clandestinos.

El día de mi cumpleaños, su llamada porsupuesto no podía faltar. Tampoco el ofrecimiento de regalo.

-Hoy es tu cumpleaños, hoy pídeme lo que quieras.

-Uhmm, cómprame falafel. -yo, haciéndome la zonza, claro.

-Quieres falafel? Vas a gastar mi ofrecimiento en un falafel?

-Bueno, bueno, pero qué más puedo pedir? Qué puedes ofrecerme tú?

-Una visita a mi casa puede ser. -él sabía muy bien que desde nuestro rompimiento, su casa era suelo vetado para mis pies y el hecho de que me ofreciera entrar a la comodidad de su hogar era una oferta bastante estimada para ambos, en realidad.

-Pero tu familia?

-Ellos duermen.

-A qué hora y en dónde?

Acordamos encontrarnos bien entrada la noche, pues antes yo debía salir con mi familia a cenar por la celebración de mi cumple. Le dije a mi padre que iba a salir con unos amigos, que nos íbamos a encontrar. Mi padre me dijo: Te llevo hasta dónde están ellos. La cagada!! Aduje que estaba cerca y que no se preocupara en llevarme, pero él insistió. Estaba tan nerviosa con que me descubriera que me entraron unas ganas de orinar tremendas!. Le dije que se detuviera en un Mc Donald's y subí como bólido al baño. Desde ahí llamé al gatán y le informé sobre la situación. Él me dijo que me calme y que tratase de inventarme algo. De modo que pude comprobar que no quería declinar su propuesta. Me hice la que me demoraba, le envié un mensaje a mi hermano pidiéndole que convenciera a mi padre de que arranquen sin mí. Tras unos eternos 5 minutos mi hermano respondió: Ya nos estamos yendo. Sentí un gran alivio, pero ahora que lo pienso, todo aquello parecía una mala señal, como si algo quisiera detener el encuentro.

Me encontré con él en el lugar acordado. Y partimos. Primero estuvimos rondando por los parques en el auto. Al cabo de un rato, fuimos a su casa. Nos quedamos en su cochera, estacionados un rato, tratando de captar todo ruido que indicara la presencia familiar aún despierta. Cuando no hubo más ruido, bajamos del auto y empezamos a besarnos en la entrada de la puerta, todo muy bien. Con lo que no contábamos era con la mascota, una perra poodle que tenía el ladrido de mil bocinas. Entonces él tuvo miedo y me dijo:

-Si te ve, va a empezar a ladrar y va a despertar a todos.

-Ahora? Bah! Vámonos de aquí, vamos a otro lado.

-No, yo quiero que te quedes.

-Pero será imposible pasar. -en ese momento aparecía la gatita que él tenía, me vio y se acercó instantáneamente a ronronearme. Me recordaba. Acto seguido, se trepó en unas escaleras contiguas y se metió a la casa por la ventana del segundo piso. La vimos y luego él me miró a mí. Yo sabía que quería decirme con esa mirada.

-Ni hablar! No voy a entrar por esa ventana.

-Bueno, está bien. -dijo, y se sentó en el suelo, mirándome con sus grandes ojos lujuriosos. Yo me senté a su lado. Empezó a besarme nuevamente. Los besos se hacían cada vez más apasionados y pronto dieron rienda suelta a las fogosas caricias. Me entraron las ganas. Muchas ganas! A pesar del miedo a ser descubiertos por alguien de la casa en ese momento, pero víctima de la arrechura le dije:

-Ok, pasa tu primero y espérame allá en la ventana.

-Está bien, sácate los tacos, para que no te resbales.

Y obedecí inmediatamente. Luego procedí a subir descalza las escaleras caracol que rozaban esa ventana, mientras él pasaba a la casa y callaba a la perra. Una vez a la altura de la ventana, él apareció. Me extendió las manos. Yo le alcancé la mía, con la otra me sostenía del tubo de la escalera. Puse un pie, luego el otro, me arrodillé en el borde lista para saltar. Un mal movimiento hizo que uno de mis pies resbalara pero con un malabar, volví a apoyarme, golpeando y raspando mi canilla. Él me sostuvo fuerte esta vez y me cargó, dejándome bajar. Estábamos en lo que había sio el cuarto de su hermano antes de casarse. Empezamos con los besos y las caricias nuevamente. Planeábamos hacerlo ahí, pero su hermana dormía en el cuarto contiguo y podía oír todo. Entonces él decidió mejor trasladarnos a su cuarto, que estaba al final del pasillo. Una sensación de mareo me abordó. Abrió la puerta, miró el pasillo y me dijo que lo siguiera en sigilo. Lo hice. Me sentía como en la escena del robo de un banco. Entramos en su cuarto. Y ahí estaba yo, nuevamente en el territorio que alguna vez me perteneció. Todo seguía igual, ni siquiera el desorden había cambiado. En seguida, él comenzó a desvestirme, a tocarme, a besar todo mi cuerpo, a decir que lo ansiaba desde hacía tanto. En el preciso momento en que empezaba a dejarme llevar, perdí todo remordimiento. Lo hicimos como en los viejos tiempos, ni nos importaba ya el ruido. Su hermana se despertó, al parecer nos había oído, ambos nos quedamos estáticos. Salió de su cuarto, entró al baño, salió y volvió a su cuarto. Al pasar el susto, los abrazos románticos entraron en escena. Era raro ser la otra.

En lo que no habíamos pensado era en la salida. A él se le ocurrió salir primero, bajar al primer piso, tomar a la perra y meterla en el baño, para que no me vea. -Genial! -le dije. -Cómo no se te ocurió eso antes!!!. Me miró con cara de upsss, pero en fin, ya estaba hecho. De modo que salió él primero, escondió a la perra y luego bajé yo, con el mismo sigilo con el que había entrado. Dudo que los demás no hayan oído mis pies chirriar en la escalera de madera. Salimos de la casa por fin. Él me llevó hasta mi casa, bueno, hasta la esquina de mi casa. No nos miramos al despedirnos y mucho menos nos dimos el clásico besito de despedida. Nos dimos un simple chau.

Entré en mi casa y saludé a mi padre con una gran sonrisa. Casi nunca lo hago. Me miró extrañado, pero luego me devolvió la sonrisa. Dudo que imaginara de dónde llegaba yo y dudo que supiera lo que simbolizaba mi sonrisa. Esa sonrisa era el botín robado.

Subí a mi cuarto, apagué las luces, apagué mi sonrisa y eché a descansar a mi desparpajo, mi nuevo amigo.

1 comentario:

Pierre dijo...

"vístete de King Kong y trepa hasta la punta del cochino edificio del Centro Cívico"
xDDDDDDD
hermosa fantasía

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